El Rossellismo
Cuando el 13 de Junio de 2010, Sandro Rosell arrasó con 35.021 (61'4%) en las elecciones a la presidencia del FC Barcelona, muchos fuimos los que pensamos que, por fin, llegaba el siglo XXI al club.
Alexandre Rossell i Feliu siempre fue un espíritu inquieto. A los 26 años formó parte del equipo de marketing de la organización de Barcelona 92, a los 32, era el responsable de marketing de Nike Iberia (Portugal y España) y a los 35 ya era uno de los mandamases de Nike en Latinoamérica, amén de ser confidente y socio del presidente de la CBF (Ricardo Texeira) y tener la amistad de la práctica totalidad de la selección brasileña de fútbol, técnicos y jugadores.
Con un aura de triunfador, de persona con contactos y recursos ilimitados, Rossell accedió a la presidencia del FC Barcelona con la promesa de profesionalizarlo en todas las áreas, de aumentar los ingresos, de mantener la excelencia deportiva y de construir un lugar (Espai Barça) de comunión y ocio para el socio/aficionado. Además, hablaba de mantener al Barça fuera del juego político y de recuperar el patrimonio perdido con la anterior junta. Todo muy bonito.
Sin embargo, a las primeras de cambio nos encontramos con que Johan Cruyff, el símbolo sobre el que se edificó el Barça moderno, devolvía su insignia como presidente honorífico en una imagen que dio la vuelta al mundo, con el regreso de los violentos al Camp Nou y, lo peor de todo, con una acción de responsabilidad sobre la anterior junta con la que demostraban que su gobierno se iba a regir por ajustar cuentas en lugar de por construir.
Al clima de inestabilidad y guerra social, pronto se unió la sensación de indefensión, donde era el entrenador del primer equipo el encargado de defender al club mientras el presidente, su junta y esos ejecutivos tan bien pagados, miraban para otro lado.
Si bien la salida de Guardiola se daba por hecha, sorprendió el nombre de su sustituto, ni más ni menos que Tito Vilanova. Sorprende si, porque con los años se demostró que ni Rossell, ni Barto, ni ninguno de los encargados del área deportiva, creían en el modelo que tanto éxito había dado
Con el fichaje de Neymar, llega el principio del fin para Rossell, no así para el Rossellismo, que continuo de la mano de un Josep María Bartomeu que se encontró, al igual que su predecesor, con una generación única de jugadores que ayudaron a mantener al club en la élite a pesar de la pobrísima gestión del mismo
Era Junio de 2015 cuando Bartomeu, apropiándose de un triplete que había sido posible pese a su junta directiva, ganó las elecciones y se convirtió en el presidente número 40, probablemente el peor de su historia. Si la gestión de Rossell fue considerada oscura y llena de resentimiento, la de Barto se coronó en el campo de la chapuza, el estraperlo y el ridículo. No debemos olvidar, sin embargo, que la última bebe de lo que hizo la primera y en este caso, Bartomeu demostró ser un alumno aventajado en lo que a pésima gestión se refiere.
A Marzo de 2021, después de casi 11 años de aquellas promesas ("No os fallaré", dijo) nos encontramos un club a la deriva, imputado, maltratado por la prensa internacional, en quiebra económica y con su faraónico proyecto más puesto en duda que nunca. El Barça ahora mismo no deja de ser una comparsa en los distintos organismos internacionales, no tiene fuerza, ni capacidad de atracción y la maldita pandemia que azota el planeta tampoco ayuda a poder salir de esta situación.
El Rossellismo ha sido en definitiva, una desgracia para el club y Sandro Rosell una decepción absoluta. No dudo de que, desde su punto de vista, intentaron hacerlo de la mejor manera pero cuando gobiernas desde el rencor y la soberbia, difícilmente te saldrán bien las cosas, por muy preparado que estés.
Nos queda la duda de que pasará con esta corriente, fácilmente identificable con el Nuñismo (eso lo dejaré para otro día) por compartir una serie de valores (austeridad, independencia...) al menos en apariencia.
El Barça es un club donde los ismos han sido la tónica habitual. El Rossellismo es solo otra corriente que debería desaparecer más pronto que tarde y que, al contrario que con Núñez, no dejará más nostálgicos que las de sus defensores más recalcitrantes.
2021 es el año en que acaba la pesadilla. Ahora toca mirar hacia adelante y mirar atrás solo para aprender de los errores, no para ajustar cuentas. Se abre un horizonte incierto, lleno de dudas y de miedos pero también para la esperanza. Ya se están viendo brotes verdes y más que vendrán si la actual directiva cumple lo que promete. Por mi parte tienen la confianza y la paciencia en que lo harán bien.
Buenos días
Salu2
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